Las miradas reflejan algo más que un sentido directo al cerebro. La mirada,dicen, es el reflejo del alma. La mirada es el interior que se hace externo. La mirada, siempre observada y observante, es parte del ser y del estar.
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Cuando observamos su mirada, algo cambia en nosotros.
El Cielo de Vilanova
La playa de Vilanova i a Geltrú, siempre ha tenido un significado especial para mi. Son aquellos recuerdos que desde pequeño te acompañan. Pasan los años y un cierto cosquilleo en la barriga se te agarra cuando vuelves a revivir aquellos recuerdos. Yo era pequeño, apenas siete años y toda la familia pasamos un mes de vacaciones. Las primeras y las últimas vacaciones a "pan y cuchillo" durante un mes en un hotel. Yo, el hermano pequeño de tres, siempre bien recogido por mama y algo machacado por los otros dos, pasé mis mejores vaciones. Quizás las mejores de mi vida. Con mi padre, madre y hermanos, jugando d sol a sol en la playa hasta anochecer, merendando cuando la misma yacía suave y serena sin apenas bañistas, nosotros cinco seguíamos y seguíamos ahí. Nada ni nadie nos hacía ir hasta que mi madre se levantaba y decía: "nens cap a casa". Recuerdo mi padre como jugaba con todos nosotros como un niño chico que saboreaba el descanso después de un año duro. Recuerdo mi hermano mayor Edu, con catorce años, aunque a mi parecía más mayor, enseñándome el secreto de la ola y donde lanzarte de cabeza para pasarla por debajo y vencerla. Recuerdo Jose Mª, mi hermano mediano, ensimismado construyendo enormes castillos y torreones al estilo gaudiniano sobre la orilla y su discurso del tipo de arena más preciado para construir el sector duro y para el sector frágil pero artístico del castillo.
Hoy he ido a Vilanona. Siempre está ahí. Debía ir a Vilanova. Siempre nos espera a cada uno de nosotros, como a bien seguro otros tantos humanos que empezamos a aprender que la vida son suspiros de domingo en una mañana limpia y suave.
Y me he bañado. Ha sido un baño decidido, casi iniciatico en un agua limpia, pero sabe Dios, que muy fría, casi congelada. Me he tirado veces y veces, de cabeza, de lado, boca arriba....no paraba de lanzarme al agua y volver a salir espoleado por un impulso interior que me decía salta de nuevo! y porque no decirlo, el frío del agua hacia encoger mis músculos y explotarlos en una contracción máxima de huida de ese estímulo.
Al salir, un sol radiante pero poco caluroso, me recibió saludándome y felicitándome por la osadía de bañarse con tamaña temperatura. Una niña pequeña se reía a cada revolotear de mis brazos como sacudiéndome el frío. Una paz serena y una fuerza interior. Esa era mis sensación en ese domingo de casi primavera.
Mi mente, relajada y tranquila, imaginaba como siempre y seguía trabajando pero en la dirección correcta. Visualizaba un fin de semana en Marruecos, cerca de las dunas, al lado del palmeral y pegadito a ella
No digas que fue un sueño
La primera se olía. Pocos días y estaría aquí de nuevo, como cada año. Una nueva primavera, pero ésta era absolutamente diferente.
Era la primera primavera de una nueva vida.
Apenas hacía unas horas que se había ido. Sin saber bien porque, sin entenderlo bien del todo, sin apenas contradicciones, sabía perfectamente que era la única salida posible en un futuro incierto.
En apenas un mes su vida había cambiado.
La teoría del encuentro nos explica que cuando encuentras a la persona de tu destino, una sensación diferente se adueña de tus percepciones, y éstas saltan la frontera de la razón. Al tiempo la paz se adueña de ti progresivamente. Esa paz serena y relajada, consciente de su conocimiento.
Ese es el camino de salida. Ahí hallaré el movimiento
Pero el camino está en el interior, en tu interior, en mi interior. Los acontecimientos suceden en nuestras vidas y, muy a menudo, no sabemos darle ni encontrar la explicación adecuada a los mismos. Solo, la perspectiva que nos da el tiempo, nos permite interpretar adecuadamente los acontecimientos
La noche era algo fría y húmeda. Nada ni nadie sabía lo que iba a ocurrir. Mejor dicho, solo ellos sabían lo que sucedería de aquí a unos minutos. Era la fecha y la hora acordada hace tres años. El mismo lugar, la misma noche, el mismo frío y la misma humedad.
A lo lejos se podía vislumbrar el cadente caminar de una silueta dirigiéndose a la entrada del cauce del rió. Un rió cualquiera de una ciudad cualquiera en un un país cualquiera.
Solo
Decidió sentarse y esperar. Había esperado tres largos y silenciosos años. Doblo sus piernas, arqueo su tronco y se sentó en el cauce del río. El silencio solo era roto por el leva aleteo de una ave escondida en el margen del río.
De tanto en tanto, el rugir de un motor de escape le despertaba del silencio, del rió, de la noche, de la húmeda y de la espera.
Ya eran las 11 de la noche, la hora concertada hace tres años en una noche larga que fue corta. Durante estos tres años podía sentir el tacto de su piel en los dedos, el sabor de sus labios en su boca, el tacto de su pelvis sobre su mano, la presión de su cuerpo sobre su sexo.
Sentado, inerte, ensimismado en estos recuerdos que parecían desaparecer esta noche, cabizbajo y apesadumbrado por no haber luchado por ella, por no haber hecho nada más que respetar el silencio y la huida, empezó a notar un leve olor en su espalda, una ligera presencia que iba avanzando hacía el.
Sin poder esperar, sin poder ni tan solo girarse y atender a ese estímulo, encontró sus labios entreabiertos que le ofrecían ese calido sabor dulce de su boca.
No estaba solo, eran dos y seguirían siendo dos.
Para Cris